En esta librería somos muy de reivindicar figuras históricas femeninas que han pasado desapercibidas por la historia, algo tristemente muy habitual. Y dentro de esas figuras alguna vez hemos nombrado a Josephine Baker. Pero hace mucho de eso, y ahora tenemos la excusa para volver a hablar de ella.
Josefine Baker se acaba de convertir en la sexta mujer, y la primera mujer negra, en entrar en el Panteón Nacional. El lugar donde Francia entierra a sus figuras más reconocidas de la historia de la cultura francesa, el lugar donde están enterrados Victor Hugo, Rousseau o Marie Curie. Una bailarina extranjera está ahora en el selecto club de los 80 héroes nacionales franceses.
Y tiene muchísimo mérito, porque Freda Josephine McDonald no era una famosa escritora, ni una filófosa, ni una científica. No, era una cabaretera, nacida además en el Sur de los Estados Unidos, y que llevó una vida enormemente dura. Su padre los abandonó cuando ella era muy niña. Su madre, mitad negra y mitad apalache, trabajó de lavandera para poder mantener a sus hijos. Josephine empezó a trabajar a los 8 años, y con 14 ya se había casado y separado dos veces. De hecho su apellido Baker viene de su segundo marido. Y estamos hablando de San Louis y habiendo nacido en 1906. Era tan pobre que vivió en la calle y dependía de restos de basura para alimentarse en aquellos durísimos años de la Gran Depresión y en el enormemente racista Sur de los EEUU. En una entrevista contó que empezó a bailar para no pasar tanto frío en las calles.
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Su talento natural, y su simpatía y atractivo carisma, la llevaron a unirse a un grupo de vodevil y luego a una compañía de bailarinas: las Dixie Steppers con las que se mudó a Nueva York. Allí un reclutador la contrató para un espectáculo de revista en París. Allí, con 20 años, se presentó en el mítico cabaret Folies Bergère. Y se hizo famosa, vaya si lo hizo, con un espectáculo llamado «La danse sauvage», donde con un collar de perlas y una falda a base bananas con piedras brillantes incrustadas, dejaba a los espectadores fascinados con un baile de lo más provocativo.
Pero eso fue solo el inicio. Del baile pasó a la canción, al teatro, y de este al cine. En Francia protagonizó cuatro películas. Estamos hablando de una mujer negra protagonizando películas en una época en que en EEUU Hattie McDaniel interpretaba la sirvienta negra en «Lo que el viento se llevó».
Hasta ahí, podría haber sido una heroína francesa por esa increíble capacidad de romper barreras raciales y culturales. Pero es que la historia sigue.
También fue un icono de la moda, paseándose por Francia con su mascota preferida, un guepardo. Era solo una de sus mascotas, también tenía otros animales salvajes como algunos loros e incluso una boa.
Cuando volvió a EEUU de gira rechazó actuar en locales donde no se permitía entrar a personas negras. Fue la primera en romper la segregación racial en Las Vegas. Pero ni su fama le impidió ser víctima del racismo, algunos hoteles rechazaron alojarla por negra, y en 1951 entró en la lista negra de personas no gratas para el gobierno (estamos hablando de los años duros del macarthismo) por haber denunciado por racista al dueño del Stork Club de Nueva York.
Y la historia sigue, porque en Europa tras los años veinte vino… la Segunda Guerra Mundial. Y Josephine dejó de lado los escenarios y se puso un uniforme. Podría haber huido pero no. La famosa actriz y cantante Josephine Baker pasó a ser la Subteniente Baker, del Auxiliar de Mujeres de la Fuerza Aérea francesa. Y más aún, usando su fama y contactos se coló en fiestas de embajadas y obtuvo datos sobre movimientos de tropas nazis que trasladó primero a las autoridades francesas, y después, con la caída de Francia a la Resistencia, usando tinta invisible en sus partituras. Por todo ello, Josephine Baker tiene la Legión de Honor y la Medalla de la Resistencia.
¿Suficiente? No.
En 1963 con la ayuda del fiscal general Robert Kennedy (sí, el hermano de John Fidgerald Kennedy, el otro Kennedy asesinado apenas cinco años después del famoso de JFK, Josephine pudo volver a EEUU y participó en la famosa Marcha en Washington junto a Martin Luther King, en aquel famoso discurso de «I have a dream». Josephine, vestida de militar francesa, fue la única mujer que ese día habló también a los asistentes.
También se casó con un hombre blanco en 1937, Jean Lion, un judío francés a través del que logró la nacionalidad francesa. Duró un año. Una década más tarde se casó con otro blanco, Joe Bouillon con quien adoptó a 9 niños de varias nacionalidades y razas. Y tras su nuevo divorcio, a otros tres más. Los llamó «Tribu Arcoiris».
Josephine, que llegó a ser la mujer negra más rica del mundo, terminó como empezó, en la pobreza. Sus últimos años los pasó en Mónaco, sostenida por la ya por entonces princesa Grace Kelly. En ese pequeño estado murió en 1975 y allí fue enterrada, aunque se hizo un funeral en Francia donde recibió honores militares.
Sus restos no serán trasladados a París, en su lugar se celebró un memorial y se puso una placa como simbólico enterramiento.
Y como este es el blog de una librería de Galicia (en concreto de A Estrada) no podemos menos que terminar con un libro sobre su figura:
«Pequeña y grande Josephine Baker» de Agathe Sorlet y María Isabel Sánchez Vegara, un libro para niños y, sobre todo, niñas: https://www.libreriafaro.com/es/libro/pequena-y-grande-josephine-baker_3310400027
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